Los intereses eternos, están en juego.

¡Cuánto más importante es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego, sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios!

Nunca debe permitir que su atención sea distraída por las diversiones, los lujos o la comodidad.
Todos sus hábitos y pasiones deben estar bajo la más estricta disciplina.

La razón, iluminada por las enseñanzas de la Palabra de Dios y guiada por su Espíritu, debe conservar las riendas del dominio.

Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cualquiera que sea el sacrificio.

La bendición del cielo no puede descender sobre ningún hombre que viola los eternos principios de la justicia. Un solo pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros. HAp 251.3.

Dibujo

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